“El juicio del Prestige fue una pantomima, no le preocupa a la gente”
El alcalde asegura que en el proceso no han sido juzgados los verdaderos responsables
"El
Prestige puso a Muxía en el mapa”. A la señalada como
zona cero de la mayor catástrofe ecológica de España lo único que le
importa, una década después, es exprimir los réditos turísticos de la
formidable publicidad internacional que trajo consigo la gigantesca
marea negra. Y del resto,
“sanseacabó”, afirma Felix Porto, alcalde de esta pequeña localidad de la Costa da Morte de apenas 5.500 habitantes que amaneció el 14 de noviembre de 2002 con la amenaza de un viejo petrolero a la deriva y escupiendo fuel.
No queda, al menos “en apariencia”, rastro de chapapote, “ni tampoco
repercusión alguna” en los recursos pesqueros. “Se acabó también hace
tiempo para nosotros el tema económico y judicial”, subraya. “Aquí todo
el mundo cobró las ayudas o indemnizaciones, anticipadas a cambio de
subrogar las reclamaciones en el Estado, que es el que litiga”. De ahí,
en parte, “la apatía” ante el macrojuicio que finalizó esta semana en A
Coruña. “Es una cuestión mediática que no preocupa a la gente”. Las
cofradías y habitantes de A Costa da Morte reaccionaron durante la
catástrofe de forma distinta a los de las Rías Baixas, quienes sí se
personaron como acusación en el proceso judicial. No obstante, en Muxía,
al igual que en el resto de Galicia, predomina “la creencia
generalizada” de que tampoco va servir para nada: “No están en el
banquillo de los acusados todos los que debieran estar, los del Gobierno
que convirtieron un accidente en catástrofe con una mala gestión”,
sentencia Porto.
El regidor socialista de Muxía se indigna al comentar “la pantomima”
de un juicio “que se dilató casi once años”. “Es vergonzoso que no haya
consecuencia penal alguna para los verdaderos responsables de decisiones
que nos costaron miles de millones de euros que salieron del bolsillo
de todos los españoles”. Porto, como la inmensa mayoría de los gallegos,
está convencido que tarde o temprano habrá otro siniestro marítimo “sin
que otra vez se sepa qué hacer”. La sentencia prevista para el undécimo
aniversario de la catástrofe tampoco aportará respuestas, augura, ni
sentará precedentes para “que haya protocolos de actuación con cobertura
técnica” que establezcan qué hacer con un petrolero en apuros. “No
estamos libres de otro desastre como el
Prestige porque influye
muchísimo el factor humano, y siempre habrá descerebrados que vuelvan a
pintar de negro la costa”. Se tomaron algunas medidas, como dotarse de
un gran remolcador o alejar de la costa el corredor de Finisterre por el
que transitan miles de barcos. Pero no hay plan de emergencias, subraya
el alcalde, y la Xunta aún anda a vueltas con la redacción de un
protocolo de contingencias. “Si vuelve a ocurrir, pues haremos lo mismo
que con el
Prestige: tirar de teléfono para tratar de movilizar todo lo que se pueda y confiar en que almas caritativas te echen una mano”.
Aunque Felix Porto cree que “será muy difícil que se repita” la
enorme marea blanca de solidaridad que se desató, con miles de
voluntarios. “Sin ellos sería imposible que la costa hoy esté como
está”, remarca. Y asegura que “pese a las barbaridades e ignorancia de
algunos, hoy el 100% de los habitantes de Muxía y la Costa da Morte
sienten una inmensa gratitud hacia esa marea blanca de la sociedad civil
que supo sustituir a los incapaces del Gobierno que trataban de ocultar
lo que estaba sucediendo”. Es consciente que hace diez años, Muxía
también fue noticia porque su entonces alcalde, Alberto Blanco, del PP,
quiso echar a los voluntarios cuando la costa aún nadaba en el fuel. Y
que contaba con el respaldo de vecinos que en vez del
Nunca Máis
predicaban un “Outro Máis” por las cuantiosas ayudas de paro forzoso
que abonó durante meses el Ejecutivo de Aznar. Pero insiste Porto en que
la cofradía de Muxía “supo asumir el papel institucional del
Ayuntamiento” en aquel combate contra el fuel y que la gratitud hacia
los voluntarios no tiene fisuras, diez años después.
El
Prestige también pasó factura en el ámbito político en la
zona cero. Aunque indirectamente. En las elecciones municipales de
2003, cuando aún el chapapote seguía fresco en las playas, el PP arrasó
en la Costa da Morte. “Era alucinante ver los telediarios nacionales
abrir con los resultados de Madrid, Barcelona y Muxía”, recuerda Porto.
Pero cuatro años después este dirigente del PSOE se convirtió en alcalde
gracias a “los delirios de especulación urbanística”, que atribuye a su
antecesor. El
Prestige convirtió la Costa da Morte
“en un punto de referencia” tanto dentro como fuera de España, lo que
disparó el turismo y también la construcción. “La gente percibió que el
anterior alcalde del PP pretendía convertir Muxía en una pequeña
Marbella”, con un proyecto de 2.000 pisos en primera línea del mar. Y
“por eso perdió” en 2007.
Porto asegura que al menos en su localidad se logró contener el bum
urbanístico. Todas las esperanzas locales y turísticas se concentran
ahora en el parador nacional, la gran promesa del Gobierno de Aznar en
compensación por la catástrofe. “Esperamos que sea un auténtico
revulsivo, ya está en obras pero conseguirlo fue un auténtico calvario
durante diez años”. El alcalde subraya que el Ayuntamiento lleva años
pagando el crédito para comprar, por 500.000 euros, el espectacular
solar a pie del mar que acogerá el complejo hostelero. Mientras, “el
Estado, que era el deudor con nosotros, no ponía un céntimo”. La tan
deseada autovía para conectar esta comarca del finisterre peninsular con
A Coruña, otra de las grandes promesas gubernamentales, lleva dos años
parada. No hay plazo previsto para su conclusión.
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